Si tuvieses que plantar un jardín en tu corazón, ¿Qué flores tendría? La vida está llena de color y también de espinas, de agua que nutre y fuegos que destruyen campos enteros. Si la vida se parece a un jardín, elije como sembrar el tuyo, uno en el que se paseen tu y los que te rodean.

El mío tendría girasoles.
Grandes girasoles siempre erguidos.
Con sus hojas abiertas recibiendo luz e irradiando buena vibra. Fuertes y resistentes, siempre con la vista al frente, su mirada puesta al sol. El girasol siempre busca lo bueno, así como buscamos nosotros lo que hace bien al alma, lo que nos da felicidad.
Plantaría rosas para que abunde el amor, la ternura y la pureza.
Rojas, blancas y amarillas, aunque vengan con espinas.
Los tragos amargos también son parte de la vida, pero todo es pasajero, somos fuertes si queremos, nada nos derrumba, nadie nos aplasta, si caemos nos sacudimos, nos levantamos. Si queremos el triunfo, aceptamos el sacrificio. Si queremos el éxito, afrontamos el esfuerzo. Si queremos el amor, debemos conocer antes la soledad… así son las rosas, preciosas con espinas, para ser más fuertes.
Habría margaritas, simples pero sofisticadas.
Estas flores enseñan a ver más allá de lo evidente.
Tener margaritas en el jardín de la vida es saber ver con el corazón y valorar las cosas sencillas. Las margaritas son todo lo bello que tenemos en la vida, que nos parece seguro y son una bendición. El abrazo de los que amas, la sonrisa de un hijo, el beso de una madre, la amabilidad de tu amigo. Cuando algo de esto falta, y porque no lo compra el dinero dejan un vacío enorme y no hay nada que lo reemplace. Margarita no es me quiere no me quiere, si no me quiero y los quiero.

Antes de seguir, y antes de plantar lo demás, debe haber un Árbol en el centro de mi jardín.
Un árbol fuerte y viejo, siempre verde y florecido, con ramas extendidas como brazos repartiendo amor.
Un árbol sabio para darme sombra en los momentos de sed y cansancio. Un árbol que es Dios, en el que puedo recostarme a hablar y pedir consejo, en el que puedo tomar una siesta para recargar mi energía, uno que me ayude a recordar los valores que me mueven, el porqué de lo que hago y sobre todo cómo debo hacerlo. Cuando ese árbol se ignora, cuando no está presente, el jardín se marchita, la tierra de la vida es árida, seca y no da buen fruto.
Orquídeas moradas, porque la vida hay que vivirla con prudencia.
Prudencia por lo que hacemos y decimos, prudencia por lo que oímos.
Las guerras y los conflictos no se desatan por falta de amor, sino por falta de esta otra virtud, porque yo puedo no amarte, pero si soy prudente puedo decidir no hacerte daño. Pensar detenidamente, reflexionar las consecuencias de mis actos, ¿Cuánto daño hago solo con palabras? Eso es prudencia, y debo tener muchas de esas sembradas en mi jardín.

Flores de cerezo,
¿Han visto lo hermosas que son? Hermosas, pero pasajeras, así es la vida: efímera.
Hoy estamos, mañana no sabemos. Estas flores nos enseñan que nada nos dura para siempre, que estamos de paso y que la vida es frágil. Cuando sembramos estas flores en el corazón valoramos y amamos más todo lo que somos y tenemos. Besa, ama, perdona, ríe, disfruta la vida, el cerezo nos invita a asumir el riesgo, a perseguir los sueños.

Si hubiese un pozo en mi jardín, en el descansarían flores de loto.
Símbolo de resiliencia y superación. Surgiendo de entre el barro de las dificultades. Siempre retomando el camino a pesar de la oscuridad y las dificultades.
Tulipanes, claveles, violetas…
Lirias, hortensias y amapolas …
La vida es como un jardín, ya lo había dicho. Nuestro corazón es un jardín que refleja el interior de quienes somos. Así son los frutos que damos al mundo. Plantemos un jardín que proyecte alegría y paz, esperanza y sencillez. Un jardín que inspire a los demás a acercarse para tomar un respiro, para renovar fuerzas, para recargarse con todo lo bueno que podamos ofrecer.
¿Qué flores hay en tu jardín?


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