Kathe Berdugo

Les había contado ya en otra entrada que laboro para una compañía(#IWork4Dell) que promueve la flexibilidad, el remote-work o home-office y el balance vida-trabajo, ¿cierto? Por lo que ahora, puedo hacer una pausa para almorzar y escribir. Coffee Table Jazz en Spotify para ambientar, vista al balcón y aquí vamos.

Escribir se ha vuelto terapéutico y con el paso del tiempo siento que cada semana debo cumplirme en escribir algo. ¡Cumplirme, si! porque no me importa cuántas personas lo leen, no me interesa si es largo o corto, si es un tema trillado o si es más bien soso. Escribir por el sólo hecho de escribir se ha convertido en algo liberador, es tener algo que decirme, escucharme decir cosas que olvido pero que son importantes.

Hoy quiero escribir sobre la gratitud. Y una de las cosas por las que agradezco todos los días – a Dios – es por mi trabajo, por eso lo mencioné antes. Pero más que hacer publicidad no pagada a Dell como Great Place to Work quiero reflexionar sobre nuestra actitud ante la vida y las bendiciones – beneficios, regalos, cosas o como quieran llamarle – con las que somos dotados.

Desde niños estamos acostumbrados a pedir y pedir, porque lo necesitamos, porque dependemos de ello como parte de nuestra naturaleza infantil o para los berrinchudos, porque creemos merecerlo. De adultos, somos inconformes, siempre queremos más.

Pero ¿Cuántas veces al día agradecemos tanto lo sencillo como lo grande que nos da la vida?

Gratitud por lo pequeño, por despertar, por tener un desayuno en la mesa, por la persona con la que compartimos, por el beso de buenos días, por el olor del café recién preparado, por la llamada que nos alegra el día, por la persona que fue amable en el tráfico, por la vista al mar, o al parque o a la montaña, por el calor del sol en la ventana. O por aquello que damos como garantía: vivienda, carro, salud, empleo, negocios, familia, vestido, diversión… y una interminable lista que para muchos puede ser más un deseo inalcanzable o una necesidad irresuelta. (Dato: 2,1 billones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura (OMS/UNICEF 2017) – así que, amigo(a)!! ya somos bastante afortunados)

El ejercicio de agradecer todos los días nos ayuda a valorar más.

El ejercicio de agradecer todos los días nos hace más sensibles a apreciar lo que tenemos, más que renegar por lo que deseamos y nos falta.

En este momento quiero agradecer porque a pesar de la música de fondo, puedo experimentar silencio, un silencio que da tranquilidad, por la luz que entra tenuemente por la ventana, por la frescura de los arboles frente a mí, por poder escribir y agradecer a la vez.  Agradecer auténticamente es al mismo tiempo una puerta que da la bienvenida a más, cuando se agradece somos felices y felicidad atrae felicidad.

¿Y cuando haga falta algo? Porque estamos lejos de ser guías espirituales, mentores motivacionales o maestros perfectos. Creo que aprender a ser consciente de nuestros pensamientos ayuda a salir pronto de ese estado de queja, lamento y llanto que en ocasiones se torna imbatible. Llorar por lo que se fue o no fue, tuvimos o no tendremos.

Por ahora, gratitud por la semana que termina. Por los amigos con los que compartimos, los proyectos que se materializaron, las puertas que se cerraron (porque seguro viene cosas mejores), por los aprendizajes, los retos asumidos, las conversaciones sinceras, los abrazos recibidos, la botella de vino del miércoles por la noche, por la tan deseada tarde de spa con mis amigas, porque el wifi funcionó hoy sin problemas.  No, ¡no! no voltee los ojos así, ¡eso es una fortuna de verdad! ¿Ya imaginó su vida sin internet? ¡Ajá, entonces diga gracias!

En conclusión1, gratitud por todo. ¿Por qué te sientes agradecido hoy?

Conclusion2. Haga lo que le hace feliz – siempre que no le haga mal a nadie – no importa lo que piensen, sino como usted se siente.