Después de pasar por un periodo de protestas que paralizaron al país hace solo unos meses, de estar ante los ojos del mundo porque el tránsito de los buques a través del canal se ha reducido a 24 barcos por día y a puertas de unas elecciones presidenciales, no estoy muy segura de, si hablar de los retos de Panamá, sea un tema que no se torne a tinte político (como pudo sentirse un poco en la sala durante la ronda de preguntas y respuestas).
Hay Forum, y los escenarios en general de Hay Festival son, si bien para tener conversaciones retadoras y estimulantes, espacios neutros para construir dialogo sin importar la ideología política y el candidato de turno, pues hablar de los retos de una nación va más allá de un partido o un color.
Con maestría y desenvoltura, Lina Vega moderó un panel de cuatro personalidades y expertos en su materia, para conversar de los desafíos en términos económicos, sociales y ambientales que experimenta el país, y de los que, si no se toma acción, pueden volcarse a problemáticas aún más complejas y con impacto amplificado.
Se habló de la identidad país, ese Puente de las Américas, camino y paso de gentes y especies, que a través de su historia ha vivido el cambio como parte de su ADN. Istmo, tierra fértil, cuna de capitales y apetito de extractivistas, porque a pesar de ser un país pequeño en extensión, es riquísimo en recursos.
La conversación giró alrededor de la colaboración que debe propiciarse entre los distintos agentes que lideran la nación, no solo desde el gobierno, sino desde la empresa privada, la educación y la comunidad en general, que está urgida por aprender a valerse por si misma, hacer uso de sus habilidades y cambiar la mentalidad para crearse oportunidades en lugar de esperar que otro venga a resolver sus problemas.
Debe cerrarse la brecha de oportunidades. Debe haber capacitación y tecnología puesta al servicio de los procesos agroindustriales, capacidad critica, emprendimiento e innovación.
Los desafíos de Panamá van más allá de las lluvias o la subida de los niveles del mar, involucra la preparación del capital humano para afrontar todos esos retos con entereza, soluciones innovadores y empatía.

Subidas del nivel del mar, cambios en los patrones de lluvia, inmigración ilegal por la zona del Darien, aumento de las temperaturas, desaparición y desarraigo de comunidades aborígenes a lo largo de las costas del territorio nacional, una currícula que aún no educa a los estudiantes sobre cambio climático, desarrollo de nuevos procesos y eficiencias, y economía sostenible.
Los retos están bien puestos en la mesa. ¿Quien está dispuesto a comprometerse por construir soluciones a largo plazo desde la institucionalidad y más allá de un quinquenio?
Una conversación provocadora (en el buen sentido de la palabra) para cuestionar qué estamos haciendo por el país. ¿Estamos esperando que otro resuelva los problemas y si no lo logran, desde la comodidad del sillón cuando salen las noticias podamos señalar con el dedo la ineptitud e incompetencia?


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