Me gustan los libros de Elísabet Benavent. Mucho. Un cuento perfecto, Todas esas cosas que te diré mañana, Los abrazos lentos.
Me gustan sus historias y también sus adaptaciones a series. Es una autora a la que recurro a veces cuando tengo bloqueo lector y necesito algo light: romance, un poco de picante (o mucho), humor, personajes que entretienen y no exigen demasiado. Ese lugar seguro al que vuelves cuando no sabes qué leer.
Pero esta vez… no funcionó.
Y creo que de vez en cuando también hay que hablar de los libros que no nos gustan.
Esta lectura no fue de las que dejas a un lado “para después”. Al menos no en mi caso. Tengo varios libros en la mesa de noche esperando su momento adecuado, pero este no. Este, señores, se va de mi librero.
Le di 167 páginas de oportunidad. De verdad. Pero llegó un punto en el que ya no podía avanzar. Leí el epílogo cuando ya no daba más, confirmé que era cliché, y dije: no más.
¿Por qué lo abandono?
1. La escritura
Me pareció pobre a nivel narrativo. Un abuso de símiles, como si la autora se hubiera quedado sin recursos. Más que un problema de escritura, sentí una falta clara de edición o corrección de estilo. Son más de 590 páginas de verborrea que no se justifica del todo.
Aquí va un ejemplo en solo media página:
Me miraron como si acabase de desembarcar en la orilla de una playa de Nueva Guinea, habitada por una tribu que no ha tenido contacto con el resto de la civilización jamás.
Sonreí como en un anuncio de dentífrico más recomendado por los dentistas.

2. El personaje masculino
Para mí es clave que, si una historia está narrada desde la voz de un hombre, esa voz esté bien construida. Aquí no me lo creí. Era un hombre heterosexual hablando constantemente de colores de cabello, moda, estilos y detalles que no encajaban con la imagen de “macho sexual” que la historia intentaba vender. No me hizo fit. Puedo estar sesgada, pero prueben con esto que les dejo aquí, y me cuentan como les suena. Así habían muchos fragmentos.
Si quiere criticar la moda, era suficiente con decir «el chico al que le gustaba combinar faldas con pantalones» – y lo digo porque en general, los hombres hetero practican economía de palabras.

3. Avanza sin avanzar
La historia gira en círculos. Detalles que no suman: descripciones interminables de comida, ropa de compañeros de trabajo, la hora del cepillado de dientes, hermanos universitarios con los que comparte piso, páginas y páginas arreglando una maleta y preocupado por comprar bañadores. No. No todo es necesario.
4. Jerga española excesiva
Está lleno de expresiones muy locales que, para quienes no somos españoles, dificultan la lectura y la comprensión en varios momentos.
5. El diálogo interno
Ese monólogo constante del personaje, y que a ratos intenta hablarte directamente a ti como lector… conmigo no funcionó. Me sacaba de la historia en lugar de acercarme.
Y ahora viene lo mejor —o lo más curioso—:
Creo que lo recomendé a un par de amigas (SIN LEERLO ANTES YO, confiando en lo que me gusta la escritora). Y les gustó. Mucho.
Así que, conclusión final: cada experiencia de lectura es única.
A los libros hay que darles la oportunidad, sí. No sé si iba a mejorar en la página 200 pero para mi es una misión abortada.
También tenemos que darnos el permiso de dejarlos a un lado cuando no nos están funcionando, cuando sentimos que nos estancan, cuando leer se vuelve una tarea difícil y muy esforzada.
Con tantos libros pendientes, ¿por qué obligarnos a terminar uno que no nos está diciendo nada?
Leer también es saber soltar. 📚✨


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