Yo diría que Wade Davis es más colombiano que el mismísimo rio Magdalena. Nunca escuché hablar a un extranjero de Colombia con la esperanza, admiración y emoción de Davis.

Wade Davis es algo así como un todo en uno: antropólogo, etnobotánico, autor y fotógrafo, pero por encima de eso es un optimista, un creyente en el poder del cambio, de volver a la esencia y a los saberes aborígenes para salvar al mundo de la crisis climática. Una crisis que quiere aferrarse al miedo, sembrar caos y optar por salidas extremas, como reducir a cero las emisiones de carbono, cosa imposible para el andar de la economía global.
Por el contrario, si nuestros países se ocuparan de construir puentes para gestionar un desarrollo más sustentable y colaborativo, con la naturaleza en el centro y los pueblos aborígenes como sabios consejeros, estaríamos más cerca de revertir el daño que nosotros mismos hemos causado.
Todo parte desde la visión. La visión que tenemos de la tierra y del campo, de los bosques y la montaña. Los pueblos modernos creen en la propiedad y la explotación desmesurada de los recursos, las comunidades aborígenes creen en ser custodios e interactuar con ellos, en una relación más simbiótica, respetuosa y comprometida con las generaciones futuras.
Colombia ocupa su corazón, y la ha recorrido entera. Ha explorado sus ríos y sus selvas, conocido a grandes lideres de comunidades aborigenes y plasmado en sus libros con fotos y experiencias el valor de la biodiversidad de este bello país.
Se ha ocupado, con su trabajo audiovisual, de presentarle al mundo la cara positiva del país: el que ha crecido sus áreas de parques naturales para preservar flora y fauna, el que acoge al inmigrante aún teniendo necesidades y carencias, el que busca la paz después más de 50 años de conflicto.
Colombia no es la imagen de los 80s o 90s, el país de la droga, el país de la cocaína y el narcotráfico, de la guerra, es un país que sueña y que a pesar de todas sus tormentas mantiene firme su democracia y su libertad.
Así Panamá tiene el compromiso de seguir moviendo su economía con una mirada más amigable con el ambiente, a ejemplo de su vecina Colombia, como lo plantea Davis. Un compromiso de esta generación para si misma, y para las que vienen.


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