El malsano vicio de compararnos

La famosa frase: The grass is (always) greener (on the other side), explica muy bien la tendencia de los seres humanos a mirar la vida de los demás y creer que es mejor que la nuestra, cuando en realidad, no sabemos qué pasa del otro lado de la valla y cómo logra nuestro vecino tener tan bello aquel jardín. Seguramente, muchas de sus flores tienen espinas.

Por otro lado, se ha dicho también que, la comparación es el ladrón de la felicidad. Cuando vemos la vida de las demás personas a través de nuestras carencias, nuestros deseos, nuestro ego, ese afán de «estar al mismo nivel», incluso mejor, enfocamos la atención en lo que nos falta, en lugar de aquello con lo que ya fuimos dotados. Perdemos el tiempo dejando pasar lo bello que ya hay en nuestra vida, al enfocarnos en nuestros vacíos e ilusiones incumplidas, en lugar de perseguir nuestros propios sueños y agradecer por nuestras propias fortunas, que, cuando removemos el velo de los ojos, nos damos cuenta lo enorme que son.

Compararnos es un acto natural como seres sociales, buscamos pertenecer y cuando no lucimos como los demás, brota en nuestro interior el temor al rechazo, a la perdida de prestigio o a ser desplazados de nuestro lugar en la escalera social. Se hacen latentes los temores más primarios. Todo esto tiene una explicación mucho más sofisticada, sin embargo aquí nos conformaremos con este muy breve resumen.

La sociedad nos enseñó que para los veinte debemos vernos de cierta manera, para los treinta ser y tener cual o tal cosa, para los cuarenta deberías estar resuelto y con una familia, a los cincuenta disfrutando de los frutos del arduo trabajo de tus mejores años, a los sesenta abrazando y besando nietos, con suerte retirado, pensionado o jubilado, en una playa paradisiaca, gozando de las mieles de décadas de ahorros y rendimiento de inversiones. Para los setenta u ochenta, tu vida, si es que aun no se ha apagado, debería ser tranquila y sosegada. Desde que nacimos nos empujaron a una carrera por tener y alcanzar. Lo lindo es que nuestras generaciones, y las que vienen detrás se están replanteando qué es realmente ser feliz y estamos cambiando esquemas.

Una vida dichosa y completa, un ser humano realizado y satisfecho no luce del mismo modo para todos. Hay un entendimiento de la felicidad como personas en el mundo. Y ¡no!, no existe un solo modelo de éxito hoy día. Es la autenticidad la que determina qué te hace feliz, qué te hace pleno, a qué dedicas tu tiempo y energía, en donde está tu verdadera realización, qué te llena el alma.

Cuando queremos encajar nuestra vida en el molde que nos dieron años atrás, duele. No estamos hechos para caber todos en el mismo molde. Si logramos entrar, quizá nos mantendremos allí por unos buenos años, a precio de dolor de piel, rasguños y fluir con torpeza porque sencillamente no nos queda, nos aprieta, no encajamos… hasta que rompemos el molde.

Debemos aprender a celebrarnos mutuamente, a alegrarnos de la vida de aquellos que nos rodean, sus logros, sus proyectos, sus anhelos, aplaudir su decisión por trazar su propia ruta, y si es necesario, ayudarles a alcanzar esos sueños, sin sentirnos obligados a seguir el mismo, o un camino similar.

La tarea es abrirnos a la gratitud, eso es lo que atrae abundancia, abundancia en la definición propia. Tender la mano y ser arquitectos de sueños. Dejar el malsano vicio de compararnos y decidirnos a seguir nuestro propio significado de felicidad y éxito sin importar lo que la sociedad nos fuerza a alcanzar.

Si quieres ser músico, escritor, viajar por el mundo, tener o no tener hijos, ser emprendedor de un pequeño negocio, o vicepresidente en una gran empresa. Quieres comprar una casa frente al mar, o prefieres viajar por el mundo y dormir en hostales multiculturales. Practicar yoga cada mañana, casarte o vivir solo. Correr una maratón o ver películas todo el fin de semana. Vestirte con Gucci y Prada o salir con un tshirt blanco sin marca y los mismos Converse que llevabas a la universidad. Cargar el último iPhone o gastar el dinero en libros. Invertir en la bolsa, bitcoin, ser asociado de una creciente startup… lo que sea, esta lista podría ser interminable. La cuestión es, decide tu camino, tus formas, y sé feliz. Deja de compararte y avanza con seguridad hacia tus sueños.





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