Kathe Berdugo

Una narración fluida con personajes de este mundo – con los problemas, las disyuntivas, los deseos de este mundo. En momentos son tan cotidianos, reales y sencillos que puedes encontrarte en ellos.

En este libro, Isabel nos envuelve en la vida de tres desconocidos, que por azares coinciden y prueban los limites de la compasión y la empatía. Me encanta la capacidad de su escritura al dibujar con un nombre y el hilo en sus palabras cómo se ve una persona, que ahondando en su historia personal y desnudando sus pensamientos revela como todos los seres humanos cargamos vivencias que nos construyen, errores que nos pesan y amores que duran para siempre.

Isabel hace especial énfasis en el dolor de emigrar, la violencia de nuestros países latinoamericanos qué siendo ya pobres también son golpeados por otras desgracias. Como en casi toda su obra, esta está cargada de un fuerte componente político de denuncia y no olvido.

Una historia fácil de leer, una aventura, el redescubrimiento del amor que parecía dormido e innecesario de gozar después de tantos años de soledad. Un quiebre al estereotipo del norteamericano frío y racista que acompaña un proceso redención y complicidad.

Frases:

Lo más temible de la muerte era la idea de la eternidad. Muerto para siempre, qué horror.

Pocos terminaban la escuela; los niños partían en busca de trabajo o acababan metidos en drogas y pandillas, mientras las niñas quedaban embarazadas, salían a trabajar y algunas eran reclutadas para la prostitución.

Después aprendió a cuidar sus recuerdos, incluso los más penosos, porque sin ellos sería como si nunca hubiera sido joven, nunca hubiera amado, nunca hubiera sido padre.

Nada había que lamentar. Lo vivido y lo gozado, bien vivido y bien gozado estaba.

Son muchos años con el alma en invierno y el corazón cerrado, Richard. Eso no es vida.